domingo, julio 09, 2006

Pecados de Capital


Freud dice que lo que vivimos en la infancia tratamos de revivirlo inconcientemente en nuestra vida adulta, la historia vuelve a repetirse…
Hay personajes y episodios de la infancia que cada tanto reflotan a la superficie de la memoria por distintos motivos, a veces una noticia del diario, otras una imagen que nos hace pensar : … ya estuve ahí, pero los velorios son el punto de encuentro de los personajes mas insospechados.
Hace poco estuve en el de un amigo de un amigo que editaba sus artículos en la misma editorial que yo y hablando de finados y de infancias con el Nene, trató de hacerme acordar del Alfredo Yaveran, un acaudalado empresario que se había volado la sabiola
de un escopetazo, después de hacer efectiva la venta de un grupo de empresas de su propiedad por mas de mil millones de dólares. Una muerte fatal e inesperada teniendo en cuenta lo poderoso que había llegado a ser, más bien diríamos, una muerte dudosa.
Murió solo, en el baño de una de sus estancias, el Nene trataba de hacerme recordar….
Y me fui metiendo en el recuerdo como si lo viviera, como si pasado y presente se confundieran en la nitidez borrosa de un rayo de sol que entra por la puerta revelado por la tierra que flota en el aire…
Yo vengo de una infancia en que la vaca no era una etiqueta, el lechero estacionaba la vaca en la puerta de tu casa y la leche tenia nata; los pollos tenían plumas y caminaban afuera de las góndolas del súper y “súper” era Clark Kent y no la vasta estupidez de un shopping .
Yo supe que en invierno la zanja de las calles se cubría de escarcha y en verano en esa misma zanja podías pescar ranas y anguilas con un palo y un hilo atado a la punta. Las zanjas servían para tener agua sucia pero también para que te caigas adentro con la bici, o que el carro del panadero se encaje las ruedas y con mi amigo aprovechemos para sacarle las facturas.
Yo vengo de una infancia en que el potrero era una cancha de fútbol y la vejiga de una oveja una pelota, donde dos piedras o dos pilas de ropa de abrigo eran arcos y el arco iris era algo que salía cuando se casaba una viuda.
Y nos trepábamos a las moras en las siestas para llenarse bocas de pulpa y lenguas sucias
Y se tomaba sopa con verdurita picada a cuchillo y hervida con un pedazo de hueso de osobuco…
Si, yo vengo de una infancia extraña, en donde la bolsa de bolitas era cosa de hijo de ricos o de campeones. Una tarde me acuerdo, el Alfredo nos pelo a todos , tenia una puntera japonesa que era hoyo y quema, nos peló, se quedó con todo, nadie tenía ya ni una, ni una miserable bolita para pedir revancha, nos mirábamos las caras en el baldío y lo mirábamos a él de rabo de ojo pavonearse con la bolsa llena y mirando a tras luz la “japonesa” como si fuera un calidoscopio y no te miento, queríamos agarrarlo entre todos y arrebatárselas, pero así era mejor , nosotros fingíamos que igual nos divertíamos y el fingía que era mejor seguir con su actitud solitaria y avara de tener todo lo de todos aunque se hubiera quedado sin poder jugar ni a solas, ( por que a las bolitas no se puede jugar solo) y nosotros aunque empobrecidos y diezmados : juntos!
El Alfredo parecía un campeón subido al podio del abandono y nosotros la masa proletaria saqueada por el más depredador de los capitalismos.
Así lo tuvimos todo el verano, sin darle bola, lo matábamos con la indiferencia y él enrostraba su tesoro, su botín, que hasta paresia una bolsa llena de monedas de oro como esas de las películas de piratas con cordón para cerrar la boca y todo, pero claro, de devolvernos lo perdido ni hablar, ni devaluando…
Una tarde se largó a llover y el baldío se nos achicó, buscamos refugio adentro del Rastrojero abandonado que respiraba herrumbres y nos quedamos ahí hasta que amainó.
Los ojos del Nene se congelaron, me asustó la mirada testigo de, quien sabe que hada o que demonio, estiró el índice y nos dijo a todos y a cada uno en particular: Mirá ¡!
La luz entraba por el agujero del parabrisas roto e iluminaba como un incendio un bolón de acero del rulemán de la rueda que fuera de pista se había quedado pegado en la grasa sucia de la campana.
Todos nos miramos y nos entendimos. Nuestras penurias se habían terminado, el sol refulgía entre los nubarrones de la tormenta , salió el arco iris y como si la misma musa nos hubiera soplado al oído, sin hablar nos entendimos los cinco.
Pusimos manos a la obra y desarmamos las tres ruedas que quedaban del Rastrojero, sacamos cuanto bolón pudimos y nos fuimos a la casa del Polaco a devolverle las herramientas. El Ale salió corriendo como un espantado, al rato volvió con una bolsa de pana que le sacó a la abuela de la cómoda, con cordón y todo, como la del capitalista.
El fondo de la bolsa lo llenamos con piedritas de canto rodado y arriba pusimos la media docena de bolones lustrosos, brillantes, …y calentitos, recién sacados de la fragua del polaco, salimos de raje para el baldío y con sol. El rey sin trono ( por que para revalidar un título hay que defenderlo , y si no tenés rival es como no tener título), digo, Alfredo Yaveran , estaba ahí como dándole lástima a la lástima y el Nene se le fue al humo, le pasó por al lado y dejo caer unos bolones al piso delante de él. La tentación lo pudo al avaro, como un reflejo se agacho a juntarlos, cuidado que pesan ! ( le advirtió el Nene), Tarde, ya se había quemado los dedos. El gringo no sabía si llorar de risa o aplaudir mientras el Alfredo se soplaba los dedos, se los metía debajo de la axila, se fregaba en los pelos del marote, y nosotros nos descostillábamos de risa…
Al otro día apareció con los dedos vendados ( quemadura de segundo grado) y olor a crema de esa que te ponían para que no se te infeste. Y justo la derecha…
El Nene se le acercó despacito, como provocándolo, con esa mano así no le podes jugar ni a mi hermanito (le dijo por lo bajo). Tengo la otra, (contestó relojeando como el Nene hacia “di nenti” con los bolones lustrosos)…Te juego toda la bolsa ¡ lo apuró el Alfredo, ja, ( había entrado como un caballo)….
El gringo arbitró el partido y custodiaba las bolsas, la del Alfredo y la del Nene ( llena de piedras de canto rodado). La victoria fue rotunda, es más el Nene se aseguró en la quema de partirle en cuatro la japonesa para que no pueda recuperarnos lo perdido.
El Alfredo no mosqueó. Se fue con la mano izquierda en el bolsillo y la derecha vendada atada con un pañuelo al cuello, masticando bronca. Sabia que solo le quedaba la revancha que le pudiera dar la vida.


Apolo.