* El fragmento con que remata este cuento pertenece al poema de
mi autoría que en fecha 21 de julio de 2008 fuera firmado como propio por el mexicano de ¿Puebla? que firma como Le petit chat noir en el blog En algún lugar de la mancha urbana.
Es necesario denunciar estos hechos.
Intimo a esta persona a que
cite la fuente y remueva su firma
o Remueva inmediatamente mis dos poemas transcriptos en su blog y tomados como propios titulados CUESTIONES INCONCLUSAS/ Y NOS FUIMOS
El plagio es un delito y esta contemplado en el código penal.
A metros de la barrera de Primera junta ( triunvirato del lado oeste) como quien va para el parque de la cervecería Quilmes, en esa barrera que cuando las luces bajan, cuando “
ya da la noche a la cancel” pasean como gatos seduciendo un ratón, con autos de alta gama y ”
un alma que perder”...caballeros ávidos de levantar travestís, transexuales y maricas que ejercen la prostitución, ahí, donde el territorio ferroviario los convierte a ellos y a su clientela en un sexo neutral, ahí apenas y de día, funciona el bar del Decano, un bodegón detenido en el tiempo, como un homenaje de sus hijos a un padre que ya no esta, pero que permanece como entonces, paredes y mostradores; solo que vacíos de lustre y despeinados. Sombrío y húmedo el boliche al que concurren bebedores de alta cultura enólica y comensales amantes de la gastronomía “casera”. Nunca una mujer, más allá de alguna adolescente que tratara de sacar de regreso a su casa a un padre extraviado en el alcohol. Ese jueves el menú del día ofrecía vacío con papas al horno, me senté cerca de la pared desde donde podía ver de un planeo toda la sala, completas las mesas de comensales hambrientos y ruidosos modos, de voces estruendosas y gestos ampulosos. A mi derecha y frente a la ventana, solo y al costado, almorzaba un hombre mayor, de unos setenta y tantos años, de piel corrugada como un cartón, la piel finita de sus manos muy manchadas de pecas y lunares, temblorosas y enfermas ellas, percutían contra el plato con los cubiertos, pero dentro de ese hombre curtido e irreconocible que apenas podía llevarse solo un bocado a su boca, se escondía un rostro familiar. Sabia que el pasado nos había puesto en la misma vereda de la cruz del tiempo...pero Solo fue necesario una palabra para encender mi memoria y disparar contra mi pasado. Un nombre,. Cholo lo llamaron, era él, el usurero. Me levanté y me dirigí a su mesa, despacio, como si al cruzar el salón pudiera proyectar al mismo tiempo dos actos de una misma obra de teatro. Era él, el usurero. Aquel que diera fin a la vida de mi padre. Ese que lo despellejó vivo quedándose con las máquinas del taller y dejándonos en la ruina. Eramos chicos, pero yo me acuerdo, mamá terminó de criarnos como pudo después que papá amaneció tirado en un charco de sangre, en el baño, con su navaja de afeitar en una mano, un mechón de su propio cabello en la otra y un corte mortal en la yugular. Muerte dudosa decía la carátula, yo creo que papá mientras se afeitaba vio en el espejo su venganza y era el cuello del Cholo el que cortaba.
Por aquellos días recuerdo que papá no hacia más que predecir disparates; como que cuando fuéramos grandes no íbamos a poder usar relojes en la muñeca por que nos iban a cortar el brazo para robarnos, que las casas tendrían alarmas y sirenas que nadie escucharía cuando suenan. Que ya nadie creería en la familia y que la iglesia se convertiría en una mala palabra, que los gobiernos usarían al pueblo para mantener a sus representados, que el poder mafioso de los jefes sindicales sería tan grande que derrocarían gobiernos, que el aire se haría irrespirable y que el hombre trabajaría una jornada por 600cc de agua y un plato de porotos de soja. Disparates como estos pasaban por mi mente mientras lo veía beber al Cholo, sorbos que chorreaban por la comisura de sus labios, salpicando fuera más de lo que bebía. Me pare detrás de él y le apoye su cuchillo en el cogote. Miré sus manos temblar pero no percibí miedo en él, soy el hijo de Juan le dije con vos queda, mientras hacia presión tratando de cortar su carne gastada, (que dura es la piel de una culebra), él levanto levemente la cabeza en un gesto de ahogo que acompaño con un ruido gutural. No pude.
Solté el cuchillo mientras pensaba que el peor castigo fuera que el Cholo viviera hasta el fin de sus dias
en ese estado de inmundicia humana, me fui yendo cuando el silencio se había adueñado del lugar . Sentí como puñales las miradas que me lanzaban desde las mesas más lejanas.
Me consta, uno puede apestar a distancia,/ si bajo las axilas, corren sudados recuerdos/ de historias sin vivir…/
Por que nada se deja en este mundo/ con más pesar,/ que aquellas cosas que nunca/ nos animamos a dar por terminadas.