miércoles, junio 28, 2006

De Abastos, bastos y resistencias


El Gringo es el hijo de Molina, uno de los pocos changadores que quedan del viejo mercado de Amoedo , que cuando volvió la democracia de la mano del presidente Alfonsín se disgregó con la apertura del mercado central de eseiza . De ahí , los puesteros viejos que se adaptaron al sistema mudaron su actividad a la ciudad concentradora de frutos de la tierra que prometía prosperidad y crecimiento.
Muchos de ellos que creyeron en que podían crecer, invirtieron todo apostando a un estado que defendería sus intereses sin especulaciones. Pero no. Así como el mercado concentraba en sus interminables angares naves plenas de coloridas variedades y exóticos frutos de nuestra generosa tierra, también se erigía un ente recaudador de la actividad acaparando los depósitos de miles de puesteros que mansamente confiaban sus brutos ingresos en manos de un paternal y confiscador estado.
Muchos no aguantaron el desangre y se fundieron . Otros con espíritu cooperativo volvieron a la fuente y entre unos pocos levantaron en el límite entre Berazategui y Quilmes un emprendimiento que los intendentes de turno procuraron persuadir de su realización con persecuciones. Así ora en el potrero, echados de Quilmes , ora cruzando el alambre fronterizo del partido, terminaron por instalarse definitivamente en el campito que perteneciera al partido de Beraza.
Pero ideas encontradas terminaron dividiendo a sus protagonistas de donde surgió un nuevo grupo que buscó su propia realización en terrenos de Av. La Plata y Pelegrini.

Veinte años no es nada y es suficiente para construir una historia,resistir una vida, para ver crecer un hijo y tal vez descansarse en él.

El hijo de Molina, El Gringo, esta mañana cuando llegue al mercado chapaleando heladas para comprar tomates con gusto a tomates, como los de antes, que tenían gusto a tomates y olor a tomates, me vio y me saludó con una mano en alto que sacó del calor de las brazas hechas con esqueletos de cajones en un tambor de aceite; Frío Don Fiore? Me gritó a modo de saludo. Fríos eran los de antes, le contesté y ahí me di cuenta que a mí también me habían pasado los años, que mi respuesta era la vieja respuesta del que afirma que todo tiempo pasado fue mejor. Un síntoma. Seguramente como cuando los pájaros trinan despedidas, aun sin que veamos caer la sombra de la noche, que empieza a avanzar en el horizonte anunciando el ocaso de otro día.