lunes, abril 30, 2007

guerrillera,



por Juan de los Palotes

No te quiero mansa
no te quiero buena
no te quiero tierna.
Ahora que es la hora
de morir gimiendo:
yo te quiero hembra!

Ahora que la noche
nos esconde en fardos
de estiércol
que vuelven a la tierra
para abonar vendimias:
yo te quiero perra!

ahora que el fusil descansa
callado, al pié de la trinchera
y se nos van las lunas
detras de una quimera,

y es blanca tu pollera
como es blanca la tregua
...yo te quiero tierra!

sábado, abril 28, 2007

Juan sin ropa



por Juan de los Palotes.

Ahí va Juan , entre la burla
y la cruel indiferencia.
Ahí va el loco Juan con su mochila
mareando círculos, haciéndolos camino.
Con la botella llena de nostalgias
bebiendo a sorbos los orines que le quedan.
El loco Juan tiene un sueño recurrente
de abanderadas tardes de zorzales,
trincheras de adoquines y quebrachos
y bolsas de basura podridas de recuerdos.
Solo ella lo ve y se apiada de él;
desclava las suelas de sus pasos
con la caricia de una ofrenda.
Pero ella se va, ( siempre se irá)
y él sigue en su postura irreversible
comiendo irrealidades,
sangrando entre las letras de un poema
camino al puente,
con la piedra siempre atada a su cintura.
Dónde perdiste el rastro, Juan,
que apretaban tus dientes?
Cuándo la luz te iluminó el absurdo
y enrededor la sombra se devoró horizontes?
Quién te tiró desnudo, Juan,
a postergar simientes?
Porqué razón perdiste la razón
y te quedaste a solas con la mueca
grotesca del irónico perdón entre los labios?
Ahí va Juan entre otros tantos Juanes,
camino al puente.
Buscando y rebuscando en la basura
un poco de coraje
para tirar la piedra.

miércoles, abril 25, 2007

La curva

por Juan de los Palotes

..."Dame una curva en la cuenta regresiva,
una mentira tierna que me obligue ahora,
antes que el marco de la puerta tiemble,
dame, si prefieres un beso póstumo en mi cuero caliente
antes que sea tarde.
Silencio mentiroso:
has un ruido parecido a una voz humana
que tenga olor de amor,
Que si logras engañarme puede
que aquí me quede..."








Tubo sobradas razones para bajar pero eligió seguir, nunca entenderé por que postergó su decisión. En los últimos días solía abrir la puerta de su casa en bombacha y corpiño para escándalo de sus visitantes. Mostrar su cuerpo la divertía, porque después de tantas anfetaminas se había convertido en una mujer delgada, aunque cercana a la locura.

Elegía sentarse siempre junto a la ventanilla, el paisaje agitado de los árboles vertiginosamente quietos la hacía sonreír.
Cualquier lugar era suficiente para escribir mientras pudiera sostener un trozo de papel apoyado en firme. Los versos caían esa tarde como un aguacero, después de todo siempre el desamor y la tristeza fueron su estímulo inseparable. Cerró la puerta ( pongamos que su nombre es Isolda) y sobre la mesa junto al plato de leche de su gata un borrador chorreado de tinta fresca sacudía el silencio:

Donne-moi une courbe en compte régressif,/ un tendre mensonge qui m'oblige maintenant, avant que le cadre de la porte tremblez,/ donne-moi, si tu préfères un baiser posthume dans ma peau(cuir) chaude avant qu'il est tard,/ un silence menteur : il y as un bruit pareil à une voix humaine qui a l'odeur de l'amour,/ Qui si tu réussis à me tromper est possible qu'ici je reste.


Ahora el tren está detenido, el músico ambulante sigue haciendo gemir en su violín una chacarerata santiagueña, mientras un chiquilín que lo acompaña pasa la gorra, pero afuera el horror alimenta a los curiosos, el cuerpo mutilado con precisión de cirugía de una mujer esta enredado entre los hierros de la máquina.

No es la primera victima que cobra la curva ni la última sentencio el guarda mientras se secaba la frente con un pañuelo overo y lo guardaba desprolijamente en el bolsillo trasero de su pantalón ( pongamos que su nombre es Tristan)
Historias como estas abundan dijo insistiendo en lograr respuesta de su interlocutora que ahora se disponía a abrir un libro en la pagina señalada, no por que pudiera concentrarse en la lectura, sino para sacarse de encima la grotesca figura de este hombre que insistía en su monólogo.

Junto al murmullo de los pasajeros que abandonaban el tren se alejaba también el músico callejero discutiendo dividendos con su pequeño manager.
El vagón quedó vacío, sola ella y el guarda.
Creo que hace falta estar muy loco para tirarse a las vías del tren, continuó el guarda, y esta si lo estaba, otros más cobardes no se animan a tanto, prefieren seguir adelante con su absurda vida a espera de que la vejes se encargue de matarlos en forma natural. Y no digo que los cobardes sean más cuerdos (por seguir la idea esa valentía absurda que mueve a los locos tan parientes de Tánatos es la misma que anima a los héroes: un colchón de laureles donde dormir la eternidad…la fama…todos mas o menos locos! )Sea como sea ha de ser muy desdichado quien se anime y además tener una dosis de vocación.
Pero también están los que hacen público el anuncio de su muerte para llamar la atención, esos no quieren morir, por el momento están muertos y buscan desesperadamente que alguien los socorra con un milagro de resurrección, la gente esta muy loca , insistió, loca de soledad, de amor, de desamor, de traición, de desesperanza, loca de empeño, de vanidad, de terquedad, de frustración, angustiosamente loca…

Isolda se limito a escucharlo sin pronunciar palabra, inmóvil, con la vista turbia y clavada en la misma pagina del libro que empezaba a humedecerse con dos silenciosas lágrimas.
La maquina se movió en contramarcha con un sacudón que estremeció a Isolda, efectivos de los bomberos junto a la policía y personal del ferrocarril bregaban por quitar de las vías los restos del cuerpo arrollado.
Las palabras de aquel hombre retumbaban en la cabeza de Isolda como un soplo grave en la piedra horadada por el viento.
Quien era él para llamar a la locura por su nombre, para ofender con desidia a la rebelión de los sensatos contra la marginación la frustración y el abandono, para tratar de enfermos mentales a quienes eligen morir de amor o por amor renunciar a una vida absurda, para ofender a aquellos que solo saben de estar solos aún en compañía
Pensó en su gata, ya debía de extrañarla, este paseo se estaba extendiendo demasiado, el sol que ya parecía ocultarse detrás de los árboles ahora repetía su ascenso con renovado ímpetu.
A cada estación de otoño le seguía una primavera, la curva se había cerrado, un silbato agudo anuncio la partida.

Un efectivo de la policía iluminó el vagón con su linterna, se aseguro que nadie quedara dentro del tren, solo la presencia de una gata que lamía la página húmeda de un libro lo sorprendió al saltar por la ventanilla. Parado en el estribo agitó su brazo y señaló al maquinista que ya podían seguir.
Él la invito a bajar, ella miró el cuello de Tristan y su roja cicatriz atada a su garganta como una cuerda y con vos redentora le dijo, no gracias, aquí me quedo.

viernes, abril 20, 2007

De lo último lo mejor



En esta entrada encontraran un párrafo de Débora Hadaza Garcia Díaz
(Morelia, Michoacán México) que merece por su mágica y colorida pluma esta mención especial.
A todos, amigos, amigas, deceo que disfruten de su encanto.

Con ustedes desde Notas sobre un sol de hielo:

EL ANGEL DE LA MUERTE


Por Débora Hadaza García Días

Cerámica bella, tierna, profundamente fúnebre. La compró.

Hace tiempo que encontró en este hobbie algo más que una manera de matar el ocio o la tensión, En sus manos el ángel comprado comenzó a tener vida, vida de ternura propia, ternura funesta, ternura de bebé muerto. ¡Qué delicia poder hacer que algo tenga vida! En el hospital, atendiendo enfermos, sonriendo día tras día a la muerte, siendo el único ángel real para los muchos abandonados a punto de morirse, Angélica agoniza porque ve que todo lo que toca se convierte en polvo, en futuro alimento de gusanos; mientras en su taller este frío ángel, en sus manos se vuelve de oro.

Recordar, ver claramente hacia atrás, eso le provoca el frío del yeso en su piel. Él, ya no está con ella, ya no más. Está más allá de sus fronteras. Él está junto a la mujer que le dio un hijo, viendo crecer todos los días el fruto de su deseo, porque en realidad, ella lo sabe, no es el fruto de su amor. El amor estaba con ella, con ella que lo confortó todas noches de guardía en el hospital, que le dio ánimos cuando la esposa solo tenía reclamos, qué disfruto mas que él mismo sus triunfos, que nunca le dio la espalda aún en la miseria, pero que también vio como se alejaba con su esposa embarazada y la cara sonriente, dándole palmaditas en la espalda a todas las enfermeras que aleteaban angelicalmente.

Qué raro, el amor casi siempre se funde con la muerte. Al cepillar al ángel de dorado lo vio tan real que deseó, casi rogó, que fuese el ángel vengador, aquel ángel que mata a los primogénitos, el ángel que libera de dolores a los justos, que les rompe las cadenas los esclavos sin esperanza, a los que sí aman, a los que lloran, el ángel que lleva en sus brazos los bebés muertos, a los bebés que nacieron sin amor.

Una idea lleva a otra y en fracción de segundos, se ve dulce, casi angelical, regalando su ángel perfecto a la pobre madre que perdió al hombre de su vida al perder a su bebé. “Pobrecita hasta dan ganas de abrazarla” Qué bella escena de cruel ironía. Que bella escena de deseada venganza. “¡Ojalá se apareciera mi ángel de la muerte¡”

Pero no, no sucede. Dios no cumple semejante deseo. Por lo menos así piensa ella, torturándose con el horrible y gozoso pensamiento, se siente culpable mientras lo acaricia, los ojos penitentes vueltos hacia el cielo, y la boca sonriente como en un conjuro.

Pasan los años y el inerte rostro del ángel parece sonreír; ya fría la furia con un amor bien logrado, ya olvidado el rencor con nuevos brazos; el ángel relegado, el ángel sucedido por otras tantas figuras de yeso, vuelve a sonreír.

Ella está embarazada, ella siente cómo crece dentro de su vientre la vida; ella ama las patadas, las náuseas, el doloroso placer casi agónico de cargar la vida. Ella es amada, el fruto de su vientre es amado, es causa del amor, es objeto del deseo; pasa las noches soñando; imagina el cuerpecito y sonríe, quisiera entrar en su matriz, y besar por entero a su hijo, anhela el día de tenerlo entre sus brazos. Desesperación de esperanza, cuenta los días del final feliz, Falta un mes, falta un mes, ¡falta un mes¡

De repente el corazón le late más aprisa, su cuerpo ardiente se convulsiona, un dolor horrible, un dolor profundo que nace en el centro de su vientre, la hace caer en mitad de la acera. "Eres muy débil, no debes embarazarte". Voz de medico estúpido, voz que le retumba en los oídos, voz que ignoró y hoy vuelve a oír; es muy débil, su matriz no soporta, da a luz un hijo, un hijo que muere al nacer.

Pasan días, días de lucha para que sobreviva, días de desfile de ángeles, de ángeles con estetoscopios, y sueros, y agujas, días de olor a cloro en la sepulcral limpieza del hospital. Escucha aletear los ángeles, los oye murmurar, entre sueños, en el limbo, en las nubes pesadas y acuosas que la inundan de angustia, que la sumergen en la blancura de la demencia, escucha reír angelitos, angelitos crueles, angelitos que le muerden los pies, angelitos que le enseñan la lengua, brincando de una nube a otra, de un sueño a otro, sueños difusos y nublados, celestes y albos, espantosos y pacíficos como la muerte, como la ausencia. Después de semanas por fin esta a salvo, sale del hospital caminando por si misma, con la cara pálida y los brazos vacíos.

Entrar a la casa. No, al cuarto del bebé no; la previsión de su esposo y su madre es inútil, no va al cuarto del niño, convaleciente se encamina allí, allí donde están inertes sus creaciones, allí donde desfoga sus sueños y locuras, allí donde viven fríos sus hijos de yeso, si allí donde esta su ángel magnífico cargando a un niño.

Lo mira y viceralmente lo arroja al suelo. Angelica se estremece al escuchar risas, y ver que obviamente la ceramica esta rota. Risas, risas, más risas, risas que duelen, risas que espantan más que si fueran gritos... Risas y susurros, siseos de mil serpientes, maldiciones dichas al oído. Angelica busca, desesperadamente busca el origen de esos ruídos, su alma grita de pánico "angel ¿donde estás, desde donde me atormentas, por qué?" Es sólo su alma la que grita sin voz, sin embargo en el taller tiene eco el silencio, se tapa los oídos y si sigue buscando, se tapa los oídos pero los sonidos no cesan.




¿Quién hace esos ruídos de serpientes, quién maldice, quién se rie, quién se burla? Pregunta y pregunta buscando en la bruma que lleno el taller, en esa bruma de azufre que la asfixia, pregunta hasta que un espejo la hace conocer la fuente de sus tormentos. Levanta la cara y el único rostro que ríe es el suyo.




Un grito de mil voces locas, y vidrios cayendo es lo último que escucharon su madre y marido. Un nube espesa de azufre, les impidio ver el rastro de sangre que dejo el ángel cayendo. Algunos dicen que han visto caminar Angelica en algunas mañanas nubladas, con el rostro cortado, y una sonrisa que espanta, otros dicen que si escuchas mil serpientes a la altura de los hombros, y percibes un olor de azufre que te nubla la vista, no tardarás en verla, caminando siempre, y maldiciendo por la eternidad.

miércoles, abril 18, 2007

tambien Africa mía

por Juan de los Palotes



Yo te apunto a vos pobreza
A vos ignorancia de mis aulas
A vos carencia ignominiosa
A vos que mercadeaste a mis abuelos
Y vas por mis hijos
A vos que tenés el alma negra
Y los bolsillos verdes
A vos gigante sin escrúpulos
A vos indiferencia
que malgastas lo que me falta en el sex-shop
del cirujano para inflarte los neumáticos con siliconas.
Soy aquel David del siglo XXI
Te apunto al medio de los ojos...
Mirame!, podes?
sabes?...
...Existo!