jueves, enero 04, 2007

La no dicha





Quizás quiso decir...
Que se descuelga el amor solo una vez
como una hoja
y aunque brote después
en cada primavera
ya no es el mismo amor,
ni ésta, en éste ahora,
la hoja que antes fuera.
Quizás quiso decir...
con su silencio
las cosas que no he dicho,
las que nunca le dije,
las que de haberlas dicho:
Dudo.
Que alguna vez me fuera.

A solas






por Juan de los Palotes.



Otra vez

la soledad se desenrosca.
Se expande, descomprime,
se desliza, se dispersa,
va tomando los contornos
de mi cuarto mis libros y mi mesa.
Flota, se agita, retumba sorda en las paredes,
devora los ambientes, los copia en su volumen.

La respiro.

A poco me acostumbro,
disfruto su presencia destemplada
y los tintes grises de su silencio obeso,
que no tiene por timbre oscuros graves
ni agudos quejumbrosos.
La puedo ver crecer en el letargo
del largo bostezo memorioso.

Se agiganta

con mansa prudencia de extranjero
que no elige ni exige ni corrige,
que no anula ni invalida ni amenaza.
Solo está, solo acompaña en su constancia.
Entonces, por que abandonarla?
Por que patearla fuera si es tan mía
como mi propia alma?

Solo echo de menos cuando llega
una presencia humana,
el timbre de otra vos y otra palabra y

la rutina

absurda del perdón
ante la ofensa injusta y la disculpa,
en la gestual ofrenda de una taza.
y estar solo con ella y la caricia
en la inmensurable planicie

de esta casa.