sábado, marzo 03, 2007

Desde el precipicio.


por Juan de los Palotes.


Si libre nunca nada, repitió en voz alta. Doce pisos arriba luneció en su fluir estéril sobre aquel edificio, sobre su cresta empapada de ropa secándose como cometas con grilletes.
Y se marchó humillado el día a su albergue de solterón sin remedio carpido por la luna indiferente.
Sobre la cornisa una silueta en sombras asomó su perfil dubitativo, caminó la rayuela de su adrenalina, la ausencia, la pobreza, el desamor, el duelo de sus utopías. Caminó hacia atrás. Vendó sus ojos con el trapo blanco de la credulidad, remendó sus cicatrices con un hilo de silencio. Sus oídos callaron el estrépito del tránsito doce pisos abajo.
Solo se dejó llevar por el instinto de su olfato, reconoció el aroma que sahumaba hacia la eternidad azul del firmamento un vaho a sopa intensa, bullendo a borbotones mansos.
Desde allí soltó la mochila que cargaba en sus lomos en caída libre.
Quería sentir la sensación de volar y así lo hizo.
Dejó que escape el pájaro de su jaula.