martes, septiembre 05, 2006

Los destinatarios

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Los destinatarios


Dios puede haber muerto, pero aquel para quien hablamos (se llame dios o como se llame) nunca morirá, es una parte de cada uno de nuestros enunciado, es el destinatario ideal, el superdestinatario. Mijail Bajtin, el gran teórico del lenguaje, lo explicaba más o menos como sigue. Todo enunciado exige un destinatario, una segunda persona (sea uno, tres, cien o un público inmenso), puesto que uno siempre habla dirigiéndose a alguien, aunque hable solo. Pero además, todo enunciado requiere una tercera persona, un personaje ideal que entiende exactamente lo que queremos decir, que responde como esperamos, que siente como deseamos que sienta. Es una respuesta perfecta la que moldea nuestras palabras, en última instancia: no hablamos solamente con nuestro interlocutor o nuestros interlocutores, sino con una tercera persona invisible, y esa tercera persona es una parte constitutiva de nuestro enunciados. El superdestinatario (en ruso se dice nadadresat) no es nadie en particular pero es tan real como el destinatario inmediato.

Creo yo que la soledad total es la ausencia de superdestinatario: estamos solos y menos que vivos cuando no tenemos superdestinatario, aunque nos oiga quien tenemos delante. Bajtin dejó apuntado en una notita “Piénsese en la cámara de tortura, piénsese en el infierno”. Allí puede haber comunicación e interlocutores, pero no hay tercer oído, el torturado es el no escuchado por nadie, el que se define por ser no escuchado.

La soledad. Como espadas son las palabras, las diarias, las pasajeras o las memorables, con las que combatimos la soledad. Gracias a ellas creamos nuestra propia existencia, puesto que nadie que esté totalmente solo (sin la tercera persona), existe realmente. Hablamos para ser, y hablamos para otros, para el interlocutor que nos mira y contesta (la segunda persona) y para el otro, la tercera persona invisible, el compañero perfecto. Hablamos porque ese compañero existe, somos porque ese compañero existe y nos oye siempre, siempre.

Graciela Reyes
Nueva York, mayo del 2001

extraido del nº 23 de "agenda del sur"

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