martes, agosto 14, 2007

Del realismo mágico a la mágica realidad( a dos voces)



de los éxodos necesarios

Capagris el diarero, gritaba el titular “de Tokio a Nueva York las jirafas invaden en millares”
El río de pies apiñados que corrían por las urbes en distintos idiomas; metidos en sus propios torrentes, ignoraron.
Un semáforo pudo haberlos parado en seco, como electrodos que reaccionan a la luz; simulando ser humanos por la ropa, aunque adentro
computaran sus urgencias de rutina.
Pero no fue un semáforo, fueron borbotones de jirafas en cántaros amarillos. Tenían flores en sus manchas, estrellas por orejas reflejaban sombras transparentes y sorprendentemente hablaban.
Marquesina era una niña feliz frente a esta visión, apostada en la ventana de su casa junto a su amigo Lunes. Habían apostado toda su imaginación a que ese comienzo de semana, le mostrarían al mundo que pueden abrirse los grifos mágicos, volviendo a sentir. Impulsando la fiesta de lo insólito y lograr que las ebulliciones del gentío indiferente se detengan en su marcha obsesionada en perseguida; ganando abrir ojos, respirar en ancho y de total instante juntos dejarse chupar por el aspirador de las fuentes; metiéndose entre páginas de creación para volver a percibir, imaginar y vivir pausas. Hasta descubrir que queda tiempo para discurrir hablando y durmiendo con jirafas, regresando a ser personas con el asombro de frenar y ver diferente.

Una pantalla de TV en una tienda repetía hechos similares. Tumultos de calandrias en el Nilo, grillos entre el obelisco en Buenos Aires, elefantes rojos en Tierra del Fuego, vientos en el paraíso y lluvias en el infierno.
En tanto en un paso casi olvidado de la Cordillera de los Andes, delineado por aquel camino del Inca; Nacarena (joven originaria del lugar), escribía con tintas de su montaña, el reinicio de los cuentos de la Tierra.

mabel casas


De las migraciones cardinales.

Capagris el diarero, gritaba el titular: " de la cordillera patagónica a Buenos Aires" vientos de nieve invaden la reina del plata…Como si se tratara de un cuento de Maby Casas, " hay éxodos tan necesarios…" que por absurdo o milagroso conmocionan. Obviamente, que nieve en baires, es tan imposible como encontrar un diariero de nombre Capagris. Esto solo ocurre en los cuentos. Por que si esto sucediera, un asombro colectivo haría detener el transito, y agotar los rollos de fotos de digitales japonesas, y niños y abuelos saldrían a jugar a la vereda a las 2 de la mañana y hacer muñecos blancos en la acera y las monjas a persignarse de rodillas a Sor Presa. No. Esto no es material para un cuento, lo descarto, por pecar de imaginativo o novelero. Ya nada puede ganarnos el asombro, lo impensado es solo tierra de poetas, es polvo en el terreno del parnaso.
Si nevara en baires en algún mágico julio solo los orates podrían verlo, esos fenómenos no son para los ojos de los cuerdos, esas migraciones cardinales de apocalíptica madre cambiarían el tenor de la crónica, dibujarían la sonrisa perdida del bobo de la esquina y el lector ávido de amarillas prensas cambiaría de género para leer poesía. No. Indudablemente si nevara en Baires Capagris no vendería. Por que en Baires, en Baires Lo que mata es la humedad , por eso es imposible que la nieve sea noticia. No sea que los éxodos infecten a una humanidad en búsqueda de "borbotones de jirafas en cántaros amarillos."

Altamira, un Juan de los Palotes

UNA DE MAYO ( a Adela Botta )


Alta, piernas largas
Y un tapado bordó su única prenda.
No. Tres perros meones marcando territorio
la arrean de vuelta de su ruta cancina.
un tapado bordó su única prenda.
No. Un gorro bordó tejido de lana
le abriga una idea recurrente.
Espinas de llovizna se incrustan en su frente
como balas de goma.
No. Como balas de plomo que no matan,
solo hieren profundo y la estaquean
al recuerdo del hijo, unigénico hijo
desaparecido hijo. Su hijo.
No. El aparece recurrente y sus perros
tironean las correas que arrastran sus huesos
al presente con debida obediencia.
No. Al pasado que la sigue como sombra.
Los perros tironean las correas y ella,
y ella se deja que la arrastren mas allá del consuelo.
La muerte se ensaña con su vida: La ignora.
No puede matarla dos veces
ni sacarla de las fauces de su infierno.
Sola. Levitan sus huesos flacos en la anchura
de algún río de la plata.
Exactamente ahí yace con él. En el fondo del río.
A veces, solo a veces dice su nombre. Yo no lo se.
La llamo :Sombra.
Punto final.